Javier Carnicero, licenciado y doctor en Medicina. Consultor de servicios y sistemas de salud.
El Sistema Nacional de Salud de España se caracteriza por su eficiencia, porque con un gasto sanitario público moderado en comparación con los demás países de la OCDE y de la UE, presenta unos indicadores de salud que se sitúan entre los mejores del mundo. Por ejemplo, la esperanza de vida al nacer de España (80,5 años) o los años de vida con buena salud (65.9) en nuestro país son indicadores envidiables. Sin embargo, también presenta alguna carencia, como el porcentaje de admisiones evitables en los hospitales debidas a enfermedades crónicas o las listas de espera. La pandemia del Covid-19 trae consigo nuevos retos que se añaden a los ya presentes desde hace años, entre los que se encuentran los siguientes: envejecimiento de la población, aumento de la incidencia y prevalencia de las enfermedades crónicas, y crecimiento del gasto por nuevas tecnologías sanitarias, entre las que se incluyen los nuevos medicamentos. La epidemia del Covid-19 ha puesto de manifiesto con crudeza algunas de las debilidades del Sistema Nacional de Salud.
La red de atención primaria de salud, ya debilitada y con escasez de médicos de familia y pediatras, se encuentra al borde del colapso. Para intentar controlar ese colapso se han impuesto restricciones de acceso a los centros de salud, y sobre todo a las consultas médicas, implantando el triaje telefónico. Estas medidas, que se justifican en tiempos de pandemia, no parece que vayan a abandonarse. La insatisfacción de los profesionales se acompaña ahora por la de sus pacientes, acostumbrados a recibir una atención de calidad óptima.
Las listas de espera, tanto para consultas de los hospitales como para intervenciones quirúrgicas han crecido durante el año 2020, porque los hospitales tuvieron que destinar todos sus recursos durante la primera oleada de la pandemia, y gran parte de esos recursos después, para atender a los pacientes graves con Covid-19. Las listas de espera cuando son excesivas se convierten en un grave problema de calidad y de equidad del sistema. A esta debilidad se le debe poner remedio tanto a corto plazo como con carácter indefinido. Las listas de espera ponen de manifiesto que la eficacia del sistema de salud es insuficiente para atender la demanda y que la mejora de la eficiencia no se ha producido, o no ha sido suficiente para reducirlas.
El perfil epidemiológico de los países occidentales ha cambiado. Hasta el año 2020 entre las principales causas de mortalidad no se encontraban las enfermedades transmisibles, que desde la aparición de los antibióticos y las campañas de vacunación de los años 60 habían desaparecido de esa lista. Ahora, además del cáncer y las enfermedades no transmisibles y crónicas, se ha introducido el Covid-19, que también hace presagiar que la esperanza de vida al nacer a partir del año 2020 disminuirá. Este cambio de perfil tiene un importante coste de oportunidad del que saldrá perjudicada la atención a las enfermedades crónicas.
En resumen, los tres nuevos grandes desafíos son la grave situación de la atención primaria, la insuficiencia de recursos para atender la demanda y el cambio de perfil epidemiológico. Por si todo lo anterior fuera poco, se añade el crecimiento del gasto sanitario en tiempos de recesión económica. Esta situación solo se puede afrontar con la innovación, la investigación y la digitalización, que deben servir de palanca para el necesario cambio de modelo del Sistema Nacional de Salud.
Innovación para no repetir los mismos remedios de siempre esperando obtener resultados distintos. Investigación que sitúe a nuestro país entre los que proporciona nuevas tecnologías sanitarias y no entre los países que solo son capaces de aplicarlas, como ocurre hasta ahora y se ha puesto de manifiesto con motivo de la pandemia. Digitalización para mejorar la calidad, la eficiencia y la efectividad, y también la gestión del conocimiento que además resulta del mayor interés para la investigación y la innovación.
Es imprescindible la creación de una red de excelencia entre los centros públicos y privados, los de investigación y la universidad; además de la industria farmacéutica, la de fabricación de dispositivos de electromedicina, la de material sanitario y la de tecnologías de la información y comunicación; de forma que se instaure un sistema de colaboración público – privada para la asistencia, la innovación y la investigación. No estamos en tiempos de imponer criterios ideológicos sobre los de eficacia, calidad, eficiencia y efectividad; ni tampoco sobre una importante aportación del sistema de salud a la recuperación económica. Esta colaboración público – privada exige un estricto control de calidad y de costes tanto de la red pública como de los centros privados que formen parte de la red del Sistema Nacional de Salud.
Cuanto antes emprendamos esta difícil tarea, antes empezaremos la recuperación.
Javier Carnicero, licenciado y doctor en Medicina. Máster en Dirección de Servicios de Salud. Consultor de servicios y sistemas de salud.