Entre el 6 y el 9 de junio, más de 400 millones de personas están llamadas a las urnas en la Unión Europea. La mayor parte de los países celebrarán estas elecciones, que tradicionalmente han tenido una participación relativamente baja, el domingo 9 de junio.
Hoy, a escasas semanas de concluir la novena legislatura y dando por finalizada ya la última sesión plenaria del mandato en Estrasburgo, en nuestras ‘Conversaciones sobre Europa’ tomamos un café con Susana Solís, eurodiputada española del grupo liberal Renew Europe.
¿Cuáles son los retos, a grandes rasgos, de la décima legislatura europea?
Tenemos por delante enormes desafíos económicos y geopolíticos para la próxima legislatura.
Antes de nada, echemos la vista atrás para valorar si hemos avanzado en los retos que nos planteábamos en 2019, al comienzo de este mandato. En aquel momento, la Comisión Europea detectó seis: el Pacto Verde Europeo, el reto digital, el refuerzo de una economía europea, la posición internacional de Europa, la promoción del estilo de vida y de los valores europeos y el impulso de la democracia en la UE.
¿Hemos trabajado en ello durante los últimos cinco años? Sin duda. ¿Queda por hacer? Desde luego. No porque se haya hecho un mal trabajo, todo lo contrario, sino porque han ido surgiendo serios obstáculos en el camino (Brexit, pandemia mundial, invasión de Ucrania, crisis de materias primas…) que han obligado a reorientar los esfuerzos conjuntos de la UE.
Para el próximo mandato, aunque la agenda estratégica europea no será oficialmente anunciada hasta junio de 2024, sí hay varios asuntos que los presidentes del Consejo y de la Comisión han subrayado ya como prioritarios: seguridad y defensa, crucial por la invasión de Ucrania hace ya más de dos años y por la tensión en Oriente Medio; los movimientos migratorios, en parte relacionados con esos conflictos; la competitividad industrial, para hacer frente a China y Estados Unidos, y la siempre complicada ampliación de Estados miembros.
Personalmente, por las comisiones en las que trabajo, me preocupa mucho que Europa recupere su liderazgo industrial. En esta legislatura hemos regulado mucho para implementar el pacto verde. Necesitamos un parón, dar espacio y tiempo a las empresas para adaptarse a las nuevas normas y aplicarlas correctamente. Solo así se logrará reforzar la competitividad de la industria europea. Hay que aplicar un nuevo enfoque: sólo se deberían aprobar los actos delegados y reglamentos que tengan un impacto positivo en la competitividad europea.
¿Por qué es importante que los jóvenes vayan a votar este 9 de junio?
La participación de todos los europeos es importante, pero la de los jóvenes lo es más todavía. Llevan años escuchando que ellos son el futuro, y la realidad es que son el presente. Sus problemas deben empezar a resolverse ahora. Y no olvidemos que más de la mitad de la legislación nacional en España se deriva de las leyes que se aprueban en Bruselas, donde el Consejo y el Parlamento Europeo ejercen conjuntamente el poder legislativo sobre las iniciativas que presenta la Comisión. ¿Cómo no van a participar los jóvenes en unas elecciones europeas para tratar de resolver sus problemas?
Me preocupan, además, las brechas generacionales. Para empezar, en un aspecto tan importante como el digital. Lo sé porque soy madre de dos hijos adolescentes, nativos digitales que se comunican entre pantallas y redes sociales, un terreno en el que nosotros nos manejamos con menos soltura. No hablamos su mismo idioma, ni siquiera estamos en su mismo ecosistema informativo, que navega entre reels, stories y tweets. También por eso es importante que voten los jóvenes: para establecer canales de comunicación y espacios en los que se equilibre esta brecha digital.
Y para continuar, hay que reducir la vulnerabilidad económica a la que están cada vez más expuestos los jóvenes, que tienen que poder emanciparse, comprar una casa, acceder a un empleo de calidad o simplemente conseguir unas prácticas remuneradas con mucha mayor facilidad. Las políticas públicas, europeas y nacionales, deben abordar la creciente desigualdad socioeconómica que existe. Y la mejor forma es que su voz sea escuchada en Europa. Que voten, que elijan a los que creen que van a defender sus intereses, a los que mejor van a hablar por ellos en la Eurocámara.
¿Qué participación electoral espera para estos comicios?
Aunque nos pese a quienes trabajamos en Bruselas, las elecciones europeas no son precisamente una fecha esperada con impaciencia por todos. En el Parlamento se está haciendo un gran esfuerzo en campañas para sensibilizar y dar visibilidad a estos comicios.
En 2019, la participación fue casi del 51% a nivel europeo, un 8% más que en 2014. En el caso de España tuvimos suerte y llegamos hasta el 64%, pero todo hay que decirlo: las europeas coincidieron con locales y autonómicas, y está claro que eso siempre ayuda a coger la papeleta y acercarse al colegio.
La buena noticia es que cada vez más gente se está dando cuenta de que las decisiones que se toman en Bruselas afectan directamente en su día a día, ¿Cómo habríamos resuelto la pandemia de Covid-19, la respuesta ante la invasión de Ucrania o la subida de los precios energéticos si no llega a ser por las respuestas conjuntas de la Unión?
De ahí que la encuestas apunten a que se pueda mejora la participación, pero hay que movilizar y concienciar de la trascendencia que tienen. Nos jugamos la supervivencia del modelo europeo.
Con el auge de los extremismos políticos, ¿la composición de la próxima Eurocámara será más conservadora?
No tengo una bola de cristal para predecir la composición de la próxima Eurocámara. Pero sí es cierto que las encuestas apuntan a un auge de la extrema derecha, sobre todo en países como Francia, con Marine Le Pen a la cabeza; Italia, con el partido Fratelli d’Italia al frente; y Polonia, con el partido Ley y Justicia (PiS).
Aun así, se espera que los partidos europeístas sigan predominando en el Parlamento y se siga manteniendo ‘la gran coalición’ (populares, socialistas y liberales) para bloquear las medidas antieuropeas.
No obstante, ha habido muchos cambios de gobierno de los Estados miembros en los últimos cinco años que va a marcar la composición de la próxima Comisión Europea, que será clave para que tengamos una agenda más pragmática en temas como los medioambientales, agrícolas, industriales o de defensa en la siguiente legislatura.
Uno de los grandes objetivos que marcó von der Leyen en 2019 para la UE fue desarrollar normas que fortalecieran nuestra autonomía estratégica abierta. ¿Es hoy Europa más autónoma? ¿Cuáles son los próximos pasos por dar en materia industrial?
Nuestra autonomía estratégica es el gran reto pendiente en la próxima legislatura. Hoy, la UE ya se enfrenta a gigantes industriales contra los que no podemos competir como EEUU y China. Ni qué decir de potencias emergentes como la India que, si no actuamos pronto, podría relevarnos como tercera economía más grande del mundo antes de 2030.
Europa pierde competitividad y necesita reducir sus dependencias de terceros países. Parece que en el último año hemos despertado: hemos cambiado el aprovisionamiento de gas para ganar la guerra energética a Rusia, reformado el mercado eléctrico para disminuir la volatilidad de los precios de la electricidad, aprobado el reglamento de materias primas críticas para hacer frente al gigante chino, aprobado la ley de industria net-zero para facilitar la producción de tecnologías verdes en Europa… Y todo lo hemos logrado en un tiempo récord. Pero no es suficiente.
Necesitamos invertir en capacidades tecnológicas, se necesitan grandes inversiones y atraer capital privado para llevar a cabo la descarbonización de la industria.
También tendremos que asegurar que toda la cadena de suministro sea resiliente y poner límites a las prácticas del titán chino, que ya hemos visto cómo juega: primero, atrae inversión extranjera a su gran mercado nacional, luego adquiere la tecnología -no siempre de forma transparente-, después concede subvenciones masivas a los proveedores nacionales al tiempo que se cierra progresivamente a empresas extranjeras y, por último, con un exceso de capacidad inunda el mercado del resto del mundo con precios bajos por debajo del coste, eliminando cualquier competencia. Esto no podemos seguir permitiéndolo y será sin duda alguna un asunto pendiente para la próxima legislatura.
Y sin duda, importantísimo, simplificación regulatoria. Despues de la vorágine regulatoria de estos últimos años, necesitamos un parón legislativo. Ahora necesitamos tiempo para implementar lo aprobado, ver cómo está afectando a nuestra economía y dar margen de maniobra para corregir posibles impactos negativos sobre los ciudadanos y las empresas.
Tras una consecución de varias crisis que Europa no esperaba, hemos visto una escalada de los precios sin precedentes. ¿Está la UE preparada para hacer frente a la próxima legislatura, puesto que la incertidumbre y la tensión internacional no parecen menguar?
Ante la última crisis energética hemos sabido reaccionar. Lo hemos visto con exigencias de almacenamiento mínimo, compras conjuntas y un mecanismo de corrección para rebajar la especulación. Esto ha propiciado que pasemos el invierno con los almacenes llenos de gas y una bajada de precios significativa. Europa ha demostrado que en situaciones de crisis sabe dar respuesta. Los datos son claros: hemos conseguido reducir la dependencia europea del gas ruso de un 41% en agosto de 2021 a sólo un 8% en septiembre de 2022. Podemos sentirnos satisfechos, dentro de las circunstancias, de haber sido capaces de adaptarnos a los imprevistos del mercado, algo que necesitábamos desde hace tiempo por la alta dependencia, en especial del centro-este europeo, de las importaciones de gas barato ruso.
En la UE por fin nos hemos dado cuenta que teníamos que reaccionar, y nos estamos preparando ante posibles imprevistos, un ejemplo es la firma de acuerdos internacionales -tanto para el suministro de materias primas como para otros productos- con socios afines a nuestros valores. La intención de estos acuerdos es mejorar la resiliencia europea y evitar situaciones dramáticas como las vividas en el pasado, cuando no sabíamos con qué aliados contar ante emergencias inesperadas. Estos acuerdos son extremadamente importantes en mercados globales donde cualquier posición de dependencia puede ser usada como un arma geopolítica con consecuencias impredecibles en las industrias locales.
Y quiero destacar una muy buena respuesta de Europa: ante la competencia desleal extranjera, se están aprobando diferentes investigaciones con el foco en tecnologías producidas en China (eólica, FV, trenes, coches eléctricos), siguiendo los pasos de Estados Unidos. No queremos desatar una guerra de aranceles, pero sí que todos los actores del comercio internacional respeten unas mismas normas, al menos cuando operen dentro del territorio europeo.
En este sentido, ¿qué fallos y qué márgenes de mejora tiene el mercado energético europeo?
El mercado energético europeo tiene margen de mejora.
Europa ha estado lastrada por la falta de recursos de petróleo y gas, lo que nos ha llevado inevitablemente a unos altos precios de la energía en comparación con otras partes del mundo. Por eso digo que hay margen de mejora, sobre todo en áreas como la integración de energías renovables, la eficiencia energética, la regulación y la seguridad del suministro para disminuir la falta de competitividad. Me detengo aquí para explicar estos puntos en detalle.
La integración de energías renovables nos ofrece un cambio tecnológico del que podemos beneficiarnos y ser líderes mundiales, gracias al recurso eólico y solar del que dispone Europa. Pero es necesario mejorar la capacidad de almacenamiento de energía y la gestión de la red para evitar la variabilidad y la intermitencia de las energías renovables. Un ejemplo claro de la necesidad de almacenamiento han sido los precios a 0€/MWh que se están dando estos últimos meses. Esto solo se resuelve estableciendo marcos normativos o mecanismos capaces de compensar el fallo de mercado existente que incentiven la instalación de capacidad de almacenamiento y la gestión de la demanda.
En cuanto a las interconexiones y la colaboración transfronteriza, España es una isla: está aislada del mercado energético europeo. Optimizar las interconexiones ayudaría a equilibrar la oferta y la demanda a través de las fronteras, optimizando así el uso de recursos renovables y reduciendo los costes de la electricidad.
Sobre la digitalización y tecnologías inteligentes, lo cierto es que la implementación de redes inteligentes y el uso de tecnologías avanzadas para el control y acoplamiento de oferta renovable con una demanda gestionable mejoran la eficiencia de la red. Invertir en la infraestructura energética, para que por ejemplo se pueda invertir antes de recibir la petición de conexión y no después, aceleraría la absorción de fuentes renovables en la red eléctrica. Tenemos ahí otro gran margen de mejora.
Y sobre la seguridad energética, diversificar las fuentes de suministro y aumentar la capacidad de producción local ayudará a Europa a reducir sus dependencias, tanto energéticas como con biocombustibles y de materias críticas que permiten producir las tecnologías renovables.
Finalmente, sobre los mercados de carbono y el mecanismo de ajuste en frontera, será necesario proteger a nuestra industria de las externalidades que no se tienen en cuenta fuera de las fronteras europeas.
Llegaste al Parlamento Europeo en el verano de 2019 y muchas cosas han cambiado desde entonces. ¿Cómo imaginas la Europa de 2030?
Imagino una Europa en la que no haya ciudadanos de primera y de segunda. Donde no importe tu origen o residencia para tener un acceso equitativo a los sistemas sanitarios, tratamientos y servicios médicos más avanzados.
Una Europa en la que las industrias sean competitivas y las regiones usen mecanismos como el Fondo de Transición Justa y el Fondo Social para el Clima para adaptarse a la transición energética, creando al mismo tiempo nuevos puestos de trabajo gracias a la recalificación profesional.
Una Europa líder en tecnologías verdes y sostenibilidad gracias al ambicioso paquete de medidas hoy destinadas a armonizar las políticas de la UE en materia de medio ambiente, energía, uso del suelo y transporte.
Una Europa en la que el talento joven quiera quedarse porque haya oportunidades laborales tan atractivas como en el resto del mundo. Y donde haya políticas que promuevan la cohesión social, la inclusión y la equidad para hacer frente al envejecimiento demográfico.
Una Europa en la que el Estado de derecho y las instituciones democráticas estén plenamente protegidas, para que los ciudadanos confíen en el Estado del bienestar, en la rendición de cuentas y en la estabilidad de los sistemas públicos.
Una Europa con una clara estrategia de defensa que sea capaz de prevenir comúnmente las amenazas a la paz y seguridad.
Una Europa en la que no haya lugar para el mal uso de las nuevas tecnologías, en especial la inteligencia artificial. Y donde el respeto a los derechos básicos de los ciudadanos esté garantizado.
Esa es la Europa que imagino. También sé que es la Europa que, más pronto que tarde, tendremos. El trabajo bien hecho hoy dará sus frutos mañana.
Esta entrevista ha sido posible gracias al apoyo de Renew Europe.