Entrevista a Susana Solís

Susana Solís es eurodiputada en el Parlamento Europeo desde 2019 y forma parte del grupo liberal Renew Europe. Durante los cinco años de legislatura, Solís ha estado particularmente comprometida con su trabajo en las comisiones de Medioambiente (ENVI), Industria y Energía (ITRE), Desarrollo Regional (REGI), Derechos de la Mujer (FEMM), y Salud Pública (SANT). ¿Su lema? Velar por una industria europea más competitiva, un uso eficiente de los Fondos Europeos y una sólida Europa de la Salud. 

Previamente, fue diputada por Ciudadanos en la Asamblea de Madrid (2015-2019). Además de su carrera política, cuenta con más de veinte años de experiencia profesional en varias multinacionales en Alemania y en España, donde ha ocupado diferentes cargos directivos. 

Nacida en Asturias, Susana Solís es ingeniera industrial por la Universidad de Oviedo y Executive MBA por IE University. 

Detalle su propia actividad durante una semana habitual como europarlamentaria. 

Es cierto que en el Parlamento Europeo el calendario mensual se estructura siempre de la misma forma: semana de Pleno, semana de misión, semana de comisiones y semana de grupos políticos. Esas son las líneas generales, pero lo cierto es que cada día es distinto al anterior. No hay dos iguales. Y por eso es tan importante hacer un uso muy productivo de nuestro tiempo y cuadrar el calendario al minuto. 

Me gusta conocer con el mayor detalle posible el tema del evento, reunión o entrevista en cuestión, así que solemos agendar estos encuentros con la previsión suficiente como para poder dedicar cierta preparación. Igual que a los profesores no les gusta que los alumnos lleguen al examen sin haber estudiado, en política lo veo similar: no puedes -y sobre todo no debes- reunirte con representantes de la sociedad civil o con medios de comunicación sin tener un buen conocimiento del tema a tratar. Para mí, este compromiso marca la diferencia entre un buen político y uno peor. 

¿Cómo se ha planteado en estos cinco años el compromiso de defender los intereses de los españoles en el grupo liberal europeo?

Para mí ha sido un honor formar parte del grupo Renew Europe. Me he sentido muy bien acogida por mis compañeros. Muchos de ellos llevan varias legislaturas en el Parlamento y al iniciar mi andadura aquí, allá por 2019, me ayudaron enormemente a manejarme en el proceso legislativo ordinario, ¡que no es sencillo! 

En cuanto a la pregunta, al final somos 102 eurodiputados de 24 países distintos y, aunque velemos por el bien común europeo, cada uno mira también por los intereses de su propio país. Ha habido regulaciones importantes en las que hemos tenido que posicionarnos de forma distinta y seguir líneas de voto diferentes porque hemos primado el porvenir económico o social de nuestros países. Por ejemplo, en cuestiones como el reglamento de materias primas críticas, he velado por la inclusión de los materiales españoles en esta legislación; o en la normativa de emisiones Euro 7, he tenido muy en cuenta que la industria española de la automoción es uno de los motores económicos de varias regiones españolas, así que me he asegurado de que se mantuvieran a flote con propuestas como la creación de un fondo de transición justa para las regiones con tradición automovilística. Estos son solo dos ejemplos de cómo, al final del día, los eurodiputados, seamos del grupo que seamos, no perdemos de vista nuestro lugar de origen.  

Eso no implica que en Renew Europe no tengamos una excelente relación entre nosotros. Hay una enorme cordialidad y sintonía dentro del grupo y ese buen recuerdo siempre lo voy a llevar conmigo. 

¿Cómo viene compaginando la necesidad de conocer la realidad española para así defender sus intereses en las distintas comisiones parlamentarias europeas a las que pertenece?

Mi gran propósito durante los cinco años de legislatura ha sido acercar Europa a la ciudadanía, siempre lo he dicho.  

No cabe duda de que los eurodiputados españoles liberales trabajamos en el Parlamento Europeo para construir una Unión Europea más fuerte y moderna, pero no hay que olvidar que representamos los intereses de España en Europa. Al fin y al cabo, la Unión Europea es todos los países que la conforman, y no deja de ser una suma de intereses conjuntos para ser más fuertes ante los desafíos que plantea el resto del mundo. 

En mi caso, esto lo tengo muy claro. Así que una parte considerable de mi tiempo cada semana lo invierto en reunirme con representantes de la industria, de la ciudadanía, de asociaciones…, porque en mi cabeza no cabe hacer política pública sin conocer su punto de vista sobre las legislaciones en las que estoy inmersa. 

Y me gusta pensar que lo he conseguido. Las normativas que he liderado cuentan con el respaldo y contento de las industrias y representantes cívicos, y así lo han hecho saber públicamente. Nada me enorgullece más que cerrar esta legislatura con ese buen sabor de boca que deja el trabajo bien hecho.

¿Cómo ha vivido la experiencia de las crisis de la Covid y ahora de la invasión de Ucrania y la guerra de Israel?

Para todos los eurodiputados fueron meses verdaderamente complejos. Y no solo para nosotros sino, evidentemente, para todas las instituciones europeas. Estamos hablando nada menos que de la primera pandemia sanitaria en la era de la globalización, de la primera guerra en territorio europeo del siglo XXI y de una nueva escalada violenta del conflicto palestino-israelí. 

La buena noticia es que hemos sabido reaccionar. Entiendo la crítica generalizada de que “las respuestas europeas tardan en llegar”, tal y como pasó con la respuesta a la crisis de la Covid. Pero los ciudadanos debemos entender que no es tarea sencilla aunar una respuesta conjunta en la que 27 países se pongan de acuerdo. La UE hace las cosas despacio pero bien hechas: se ha gestionado el mayor mecanismo de recuperación (NextGen), se han puesto a disposición de Ucrania más de 138.000 millones de euros de apoyo y se ha gestionado el paquete de ayuda humanitaria para el conflicto palestino-israelí, condenando la violencia de ambas partes.

Usted ha participado en varias comisiones de reconocida trascendencia por las materias que aborda. Ha sido la única negociadora española en Euro 7, la nueva normativa de emisiones contaminantes de vehículos. ¿Cómo ha quedado finalmente esta norma?

Euro 7 ha sido una de las legislaciones más complicadas en las que he trabajado durante mi paso por el Parlamento Europeo. La propuesta legislativa que recibimos en 2022 de la Comisión Europea era inviable: para una reducción muy marginal de las emisiones, se incrementaba sobremanera el precio del vehículo. Era necesario enmendar el texto para lograr una norma ambiciosa pero realista, que no se llevase por delante a nuestra industria ni al bolsillo del ciudadano. 

He tenido el inmenso honor y responsabilidad de ser la única española negociando esta norma. Y todo este proceso ha sido largo e intenso -muy intenso-, con gran número de reuniones entre los distintos grupos políticos y, por ende, con mucha presión de por medio. Se conformaron dos bloques muy dispares donde la postura de mi grupo liberal era esencial para inclinar la balanza hacia un lado u otro de las negociaciones.

Estoy muy satisfecha con haber logrado un consenso lógico y haberle dado la vuelta a la propuesta. En pocas palabras, la nueva norma que acabamos de aprobar tiene tiempos de implementación realistas y mejora la calidad del aire. Regulamos por primera vez las partículas finas, las más perjudiciales para la salud y también las emisiones de frenos y ruedas. Garantizamos también la durabilidad de las baterías, algo muy importante para ganar la confianza de los consumidores.

Y todo esto sin costes adicionales ni inversiones extras innecesarias. Esto último es fundamental, los ciudadanos necesitamos coches asequibles para poder renovar el parque, que cada vez es más viejo y contaminante. 

Por otro lado, damos seguridad jurídica y un respiro a la industria. La UE no puede poner más palos en las ruedas a un sector clave para la economía y el empleo, que se ha visto abocado a transformarse, a invertir en tecnología y a ganar la carrera de la electrificación. Ahora vemos con preocupación la competencia china, ante la cual los europeos no podemos quedarnos de brazos cruzados, debemos reaccionar. No con más regulación ni más prohibiciones, sino con políticas de apoyo para llevar a cabo esta transformación. 

Esta norma es un ejemplo de que trabajando juntos podemos llegar a propuestas coherentes para la industria y los ciudadanos.

A su vez, forma parte del Comité de Desarrollo Regional (REGI) del Parlamento Europeo, donde la adjudicación de fondos europeos para las regiones es fundamental. ¿Qué balance haces de la gestión de los fondos europeos en España?

Soy bastante crítica con la gestión de los fondos europeos en España. Y tristemente lo soy porque tengo suficientes motivos.

En el Parlamento no solo he negociado el reglamento de los Fondos Feder y ReactEU, también he recorrido España para conocer de primera mano las dificultades que tenemos para ejecutar los fondos estructurales (los que acostumbramos a recibir).  Para poder ejecutar estos fondos, sistemáticamente hemos necesitado hacer uso de los tres años adicionales que nos ofrece el reglamento, en otras palabras, España siempre va a la cola en ejecución.

Evidentemente, cuando estos fondos ordinarios se solaparon con los Fondos Next Generation -el mayor paquete financiero destinado a la transformación económica de España, 163.000 millones para gastar hasta 2026-, era fácil prever que tendríamos problemas si no se contaba con la participación de las CCAA. No se puede definir un plan de reparto y adjudicación sin cogobernanza, sin contar con quien debe luego ejecutarlos. 

Y así lo advertimos en la Misión del Parlamento Europeo de febrero de 2023 en la que participé para evaluar la ejecución de España. Falta de recursos en la Administración, gobernanza inexistente, exceso de burocracia, retrasos en la ejecución de las inversiones, o problemas técnicos en la aplicación informática CoFFEE son algunos de los problemas que identificamos y que siguen sin resolverse.

Es una pena porque estos fondos eran la oportunidad para España de realizar las reformas pendientes que tanto necesitamos y de transformar nuestro tejido productivo. Lamentablemente, ese tren se ha dejado pasar: los PERTES no arrancan y la financiación europea no llega a las empresas, ni mucho menos a las pymes, a la economía real. 

Me temo que estos fondos no están cumpliendo con su objetivo transformador con el que la Unión Europea los diseñó, sino que están sirviendo para financiar gasto corriente y gasto público que debía ejecutarse con los presupuestos del Estado. Para colmo, están ahora en riesgo los siguientes desembolsos si no se acreditan las inversiones comprometidas en los hitos y objetivos pautados. 

En Bruselas nos lamentamos al pensar que otra gestión mucho más exitosa y eficaz habría sido posible.

Otra de las áreas en las que trabaja dentro del Parlamento europeo hace referencia a la Salud Pública. ¿Qué es la Europa de la Salud?

Como miembro de la Comisión de Salud Pública (SANT) del Parlamento Europeo estoy muy implicada en este tema. Y es que en materia de Salud ha habido un cambio de paradigma en la UE tras la pandemia y la compra conjunta de vacunas: Europa es consciente de que puede y debe actuar unida, porque las amenazas del futuro trascienden las fronteras nacionales. 

Hoy en día estamos mucho mejor preparados. Se han puesto en marcha varios mecanismos para mejorar la cooperación de los países y garantizar que seamos más eficaces ante futuras crisis sanitarias. Se han reforzado las dos agencias (EMA y ECDC) que estuvieron al frente de la respuesta de la Covid, se ha creado una nueva Autoridad Europea de Emergencias Sanitarias (HERA) y tenemos un nuevo reglamento sobre amenazas sanitarias transfronterizas. Podemos decir que el primer pilar de lo que llamamos Unión Europea de la Salud está construido. 

Pero no debemos detenernos aquí. Aun cuando las competencias de sanidad caen en los Estados Miembros o CCAA, necesitamos abordar juntos otras prioridades. 

Por una parte, hacer frente a un problema crónico y recurrente:  la creciente escasez de medicamentos esenciales que afecta a todos los países de la UE, cuya producción se ha ido trasladando paulatinamente fuera de Europa. Dependemos peligrosamente de terceros países como China e India para su suministro y necesitamos asegurar nuestra autonomía estratégica. Por eso llevo tiempo pidiendo a la Comisión Europea una ley para apoyar la producción de medicamentos dentro de la Unión Europea y evitar la deslocalización. El razonamiento es sencillo: de la misma forma que se ha propuesto legislación para otras áreas en las que identificamos dependencias, como la ley de chips, ley de baterías…, es necesaria también una ley de medicinas críticas. No hay nada más estratégico que la salud. 

El otro gran reto que tenemos por delante es acabar con las inequidades de acceso a los medicamentos en la UE. Hoy en día dependiendo de tu código postal puedes acceder a un tratamiento innovador o no, puedes salvar tu vida o no. Las diferencias entre países son enormes. Somos conscientes de esto, y por eso estamos trabajando a contrarreloj en la reforma de la legislación farmacéutica, que tiene más de 20 años. Urge modernizar este marco normativo, que incluye además la legislación de medicamentos huérfanos, los destinados a las enfermedades raras.

Las negociaciones están siendo muy difíciles, con un Parlamento muy dividido, sobre todo en lo que respecta a los incentivos regulatorios destinados a la industria. En un momento en que Europa se está quedando atrás en innovación farmacéutica frente a países como Estados Unidos o China y perdemos competitividad de forma alarmante, no podemos reducir los incentivos a la innovación. Hace 25 años el 50% de los nuevos tratamientos provenían de Europa. Actualmente solo el 20%. Hay que asegurarse de que tenemos las condiciones para que en la UE fabriquemos los medicamentos del futuro.

Y, por último, una iniciativa pionera que tiene el potencial de revolucionar la asistencia sanitaria y la investigación. Acabamos de terminar la negociación de la Ley Europea de Datos Sanitarios (EHDS), para que los datos de salud de 450 millones de europeos sean interoperables en toda la UE. Bajo los más estrictos criterios de privacidad y seguridad, los ciudadanos podrán acceder a su historial médico o sus prescripciones en cualquier lugar de la UE. Se evitará la duplicidad de pruebas con el ahorro de tiempo y recursos para nuestros sistemas sanitarios. Pero además permitirá a los investigadores acceder a bases de datos más amplias para identificar tendencias, desarrollar nuevos tratamientos, acelerar ensayos clínicos y mejorar la prevención de enfermedades o las amenazas sanitarias. Esto es crítico por ejemplo para luchar contra las enfermedades raras.

También pertenece a la Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género (FEMM) en el Parlamento Europeo. ¿Qué asignaturas quedan pendientes en esta materia tan sensible? ¿Hacia dónde ha dirigido su actividad en esta comisión?

Justamente con motivo del Día Internacional de la Mujer, hemos hecho un balance sobre los pasos dados en materia de igualdad durante la legislatura y los retos aún pendientes para Europa. Y a esto es precisamente a lo que nos dedicamos en la Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género (FEMM), que para muchos es una gran desconocida. 

En FEMM nuestro trabajo está marcado por abordar legislaciones que construyan un marco regulatorio donde se garantice cada vez más y mejor los derechos de la mujer. Podemos citar en este sentido la Directiva de transparencia salarial, la Directiva contra la trata de seres humanos, la Directiva contra la violencia de género hacia mujeres y niñas, y la Directiva sobre el equilibrio de género en los consejos de administración. 

Pero aún queda camino por recorrer. Seguimos viendo una escasa presencia femenina en carreras STEM, seguimos viendo barreras en la toma de decisiones públicas, seguimos viendo techos de cristal, seguimos viendo regiones donde los derechos humanos no se cumplen por igual para todos.

En mi caso personal, he centrado mi trabajo en ‘Women in STEM’, es decir, en la promoción de la mujer en sectores profesionales predominantemente masculinos (energía, defensa, automoción, …) participando en debates, foros, congresos, sobre estas cuestiones. Y lo hago porque me parece fundamental que la presencia de hombres y mujeres en cualquier ámbito profesional sea equilibrada, pero, sobre todo, porque me parece más importante todavía que las próximas generaciones tengan referentes femeninos en quienes fijarse. 

Desde un punto de vista personal, ¿cómo es la vida de una eurodiputada en Bruselas, casada y con dos hijos?

Siendo completamente honestos, sencillo no es. Como padres, todos queremos dedicar el mayor tiempo posible a la educación de nuestros hijos, pero no siempre se puede y eso genera, inevitablemente, cierta desazón. La profesión de mi marido también implica constantes viajes a España, así que hacemos encaje de bolillos para que al menos uno de los dos esté siempre en Bruselas, de modo que los niños nos tengan presentes. 

Eso sí, los fines de semana aprovechamos al máximo cada segundo. Bruselas es una ciudad muy divertida, con infinidad de planes por hacer. A mí marido y a mí nos encanta el arte, pasión que estamos inculcando a nuestros hijos, así que solemos buscar exposiciones o planes culturales para todos. 

Además, en nuestro caso, los cuatro somos muy deportistas, por lo que al menos uno de los planes familiares siempre conlleva calzarse las zapatillas de deporte. Es cierto que el tiempo no ayuda, pero como buena asturiana tengo aprendido que ¡la lluvia no puede condicionar tu día! Nada que un chubasquero no solucione. 

Me emociono al pensar que nos mudamos a la capital europea en el verano de 2019 con gran incertidumbre por lo que nos depararía la ciudad y, sin embargo, hoy no podemos estar más agradecidos por estos cinco años aquí, llenos de buenos recuerdos y de grandes amigos. 

Esta entrevista ha sido posible gracias al apoyo de Renew Europe.

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