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Sería enormemente injusto que la catarata de reacciones a las palabras de Antonio Garamendi sobre los indultos a los líderes independentistas catalanes condenados ensombreciera y mucho menos cuestionara la labor que viene desempeñando el actual presidente de la CEOE. Más allá de la contextualización debida de sus declaraciones sobre el perdón que va a conceder el Gobierno Sánchez, bien es cierto que en un clima de encendida polémica y abierto enfrentamiento político-social, es indudable que el principal representante de la patronal española busca, por encima de todo, un escenario de convivencia para la recuperación económica de una parte del Estado que se está viendo paralizada por los perniciosos efectos del denominado procès.
Situar a Garamendi en el bando de quienes políticamente apuestan por el indulto es desconocer su pensamiento y trayectoria. Quien ha sufrido desde muy joven los efectos de la amenaza de ETA, quien siempre ha tenido a gala superponer el papel del empresario y del emprendedor por encima del chantaje y la extorsión, quien ha evitado pronunciamientos partidistas desde una concepción personal de vasco, por nacimiento, y español por convicción tiene garantizado, como es su caso, el derecho a la credibilidad en su apuesta por la convivencia en favor del desarrollo económico de su país.
Desafortunadamente, los coletazos a la entrevista a Garamendi sobre la situación de Cataluña han desplazado el exhaustivo análisis de futuro que con toda serenidad y crudeza ha formulado en el marco de unas jornadas de debate en Barcelona. En estos tiempos de política líquida resulta comprensible por decepcionante que la polémica sobre mensajes exprimidos oscurezca análisis de fondo sobre cuestiones tan vitales para una sociedad en su presente y su futuro como el empleo, la transformación que llevarán implícita los fondos europeos, el papel de la banca o la necesaria adecuación de la formación al mercado de trabajo.
Es elocuente que en las últimas semanas se ha venido trabajando desde diferentes sectores del puente aéreo empresarial en adecuar un escenario de distensión para el conflicto catalán que favorezca el restablecimiento de una serenidad perdida hace ya demasiado tiempo. Todo ello ha venido a coincidir con el caldo de cultivo generado por el presidente del Gobierno español en favor de la concesión de los indultos y de ahí las interpretaciones súbitas y sin la frialdad y perspectiva necesarias. En ese contexto habría que analizar, con la mayor sensatez y objetividad posible, la apuesta que se está haciendo para recuperar el pulso industrial, económico y hasta financiero en un territorio demasiado condicionado e imbuido por la apuesta independentista.
Basta con seguir la atención mediática para advertir de que este movimiento posibilista y para muchos quimérico provoca rechazo en una gran parte del empresariado español. Bien lo sabe Garamendi, que se ha visto salpicado por los ecos de una polémica que va a perdurar mucho más de lo que a él le gustaría y la sensatez requiere. En un contexto de abierta confrontación política, será imposible que se haga una valoración objetiva sobre el papel que quiere desempeñar el presidente de la CEOE en favor de una recuperación global, nunca interesada ni parcial. Los empresarios no deberían caer en una trampa mediática tan fácil porque no es su terreno de juego ni tampoco se les espera.
Es el tiempo de los proyectos consensuados que apuesten por ganar el futuro desde el entendimiento compartido. De la colaboración más estrecha que nunca entre la iniciativa privada y la responsabilidad pública. De la definición de objetivos y prioridades sin que nadie quede en el camino el debate y de la decisión. Para ello, los agentes sociales están impelidos para trazar el escenario de una recuperación que se antoja innegociable e inmediata para restañar las profundas heridas que viene provocando la crisis sanitaria, económica y, porqué no, también anímica, de la Covid-19.
Juan Mari Gastaca, socio y director de RRII y Asuntos Públicos en BeConfluence.