Índice DESI 2020: España necesita mejorar en capital humano y PYMES

 

Por Luis Pardo, CEO de Sage España y Portugal. 

Junto a la reactivación progresiva de nuestra vida diaria y de la economía, el pasado mes de junio nos ha traído el The digital Economy and Society Index 2020 (DESI) que mide el desarrollo y la competitividad digital de los Estados miembros de la Unión Europea.

En contraste con nuestro disgusto nacional trienal por los malos resultados en el Informe PISA —en un ámbito complementario del desarrollo tecnológico como es el de la educación— el resultado en DESI nos permite ser moderadamente optimistas. Aunque España ha bajado un puesto en el ranking respecto al año anterior —undécimo entre 28 puestos—, su calificación mejora en casi todos los ámbitos analizados. El conjunto de la UE ha progresado notablemente en digitalización. Que España, en este contexto de fuerte competitividad, no solo mantenga el ritmo sino que mejore en muchos indicadores y se mantenga en la parte media-alta de la tabla, es muy buena noticia.

Una de las categorías en las que España despunta (con el segundo puesto) es la de Servicios Públicos Digitales. Aunque las críticas por las trabas de las administraciones públicas son habituales y a menudo justificadas (por ejemplo, en el apoyo al emprendimiento o en el servicio a los ciudadanos), es justo subrayar que se han hecho los deberes en el despliegue de la administración electrónica o en la promoción de los datos abiertos, por más que el margen de mejora siga siendo amplio.

La conectividad es nuestro otro punto fuerte. Ocupamos el quinto puesto y mejoramos hasta cinco puntos gracias a los avances en todos los indicadores. El despliegue de fibra óptica —hasta el 80 % de los hogares y una cobertura del 46 % en la España rural— es muy superior a la media europea (34 %).

Las noticias son menos alentadoras en capital humano y transformación digital de la pequeña y mediana empresa. Lo son especialmente para quienes como yo hemos insistido, en medios de comunicación y en foros empresariales, en la importancia de las personas y del componente humanístico en la innovación y el desarrollo tecnológico.

Si el uso generalizado de Internet como espacio de información y ocio está bastante extendido —España sube dos posiciones y queda decimoprimero—, no ocurre lo mismo con las competencias técnicas y profesionales. España sufre la escasez de especialistas en tecnologías de la información. Es un problema común a otros países europeos y resulta en parte comprensible. Como en cualquier otro proceso de transformación, la innovación tecnológica va un paso por delante de las personas. La adaptación a la nueva realidad tiene costes y por eso las instituciones y las empresas tenemos que renovar nuestra ayuda en esta transición. Se trata de tomar nota de los datos que recoge DESI y proponer una profunda revisión para mejorar nuestro sistema educativo, incidiendo en la adquisición de competencias digitales, tanto en etapas formativas como profesionales.

Los datos recabados sostienen que la brecha digital se mantiene y probablemente esté aumentando en el conjunto de la UE y en España. Aunque amplias capas de la población hacen uso intensivo de internet y cuentan con competencias digitales adecuadas, muchas otras personas —casi la mitad de la población española— no se han adaptado ni lo harán debido a razones socioeconómicas, laborales y culturales. Este capital humano desconectado de la principal fuente de progreso y enriquecimiento del futuro inmediato repercutirá en su entorno y en sus descendientes, para los que adaptarse a la economía digital ya no será opcional. Partirán desde una posición de desventaja, contribuyendo a la perpetuación de profundas desigualdades en el acceso a la formación, el mercado laboral y el bienestar.

La pandemia no ha sido una buena noticia para nadie, pero si para algo nos debe servir, incluso como imperativo moral, es para aprender. Siempre es complicado corregir las inercias, pero las recesiones económicas, las crisis sanitarias o la conflictividad social y política no dejarán de afectarnos periódicamente. Es en estos momentos de crisis cuando las inercias que habíamos ignorado nos pueden estallar en la cara. Sin dramatismos, pero también sin dejadez, es urgente afrontar la brecha digital y apostar por la extensión de competencias digitales en la formación y desarrollo profesional del conjunto de la población, si queremos impedir que la desigualdad permanente haga imposible un futuro equilibrado para todos.

La integración de la tecnología digital en los negocios es otra de nuestras debilidades. Es el único apartado del informe DESI en cuya clasificación descendemos —puesto 13—. El estudio insiste en que las pymes españolas siguen sin aprovechar todo el potencial del comercio electrónico, entre otras posibilidades, y esto repercute en la productividad y sostenibilidad de nuestro tejido empresarial. Son las pymes las que soportan el grueso de la empleabilidad en España. Los planes de refuerzo de competencias digitales tienen una razón de ser económica y social: impulsar la competitividad de la economía española y promover el equilibrio socioeconómico.

Cuando el reloj y el panorama económico presionan en contra, nos jugamos demasiado como para dejar correr nuestros déficits hasta el próximo informe DESI.

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