Como no podía ser de otra manera, ante las elecciones del primer martes después del primer lunes de noviembre en Estados Unidos, se multiplican los informes sobre el interminable ramillete de factores que pueden influir en el resultado final. Es la noticia internacional por excelencia, que compagina su trascendencia con la evolución inquietante y malévola de la pandemia. La indudable trascendencia de estos comicios norteamericanos para el resto del mundo garantiza tan inusitado interés, aunque es de reconocer que el hondo significado que encierra en sí misma la suerte de Donald Trump multiplica exponencialmente la atención informativa y social. Una honda expectativa a la que España no es ajena en su condición propia de país y como un cualificado referente europeo.

El crisol de factores que se sienten directamente afectados por el resultado de estas urnas en Estados Unidos se antoja tan prolijo que desborda un análisis individualizado. Bastaría con señalar la repercusión de calado económico en el mercado mundial para justificar por sí misma la expectación que se mantendrá desde este 3 de noviembre y hasta conocerse el veredicto definitivo, que no será rápido según los primeros augurios. Un reflejo en la economía propiciado por el antagonismo entre las opciones republicana y demócrata que ha alcanzado sus cotas más enfrentadas durante el mandato del actual presidente. Quizá haya que remontarse a varias décadas para encontrar un estado de mayor convulsión provocado por la ideologizada gestión del primer mandatario estadounidense como la que se está viviendo desde la llegada de Trump a la Casa Blanca.

Eligiendo uno de estos factores representativos de la abierta diferenciación entre los manuales económicos de los dos candidatos podríamos situarnos en el medio ambiente, en la apuesta por la nueva energía, por el futuro del cambio climático. Y es ahí donde los intereses de la apuesta española por esta transformación ecológica juegan su particular apuesta, al igual que el Green Deal europeo. Una continuidad del republicanismo supondría un mazazo de inimaginables previsiones para estas aspiraciones por un futuro medioambiental más saludable. Una victoria del demócrata Joe Biden supondría un alivio y el espaldarazo de que es posible la apuesta comprometida con un mundo sin dependencia de los combustibles fósiles.

La llamada en España transición justa en el ámbito de la energía asiste expectante, por tanto, a estas elecciones rodeadas de incertidumbre por el resultado final, pero también por el desarrollo de su siempre estresante recuento, que en esta ocasión adquiere una mayor dosis de ansiedad. Es un temor cada vez más generalizado que una victoria apurada de Biden podría desencadenar desde el bando derrotado algunas escenas poco alentadoras para la higiene democrática y así complicar en exceso una transición necesariamente serena a los ojos de todo el mundo.

En el ámbito de la decidida apuesta por la mejoría del cambio climático, una presidencia de Biden se vería identificada en la reincorporación de Estados Unidos a los Acuerdos de París y, con ello, un respaldo a la apuesta internacional. Un paso tan cualificado que respaldaría la alternativa que con tanto ahínco está defendiendo España y que quedará reflejada antes de final de año en la aprobación de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética. Al mismo tiempo, las empresas españolas del sector verían consolidadas su apuesta en un mercado como el de EE.UU., siempre estratégico.

No solo es una cuestión comercial, que también, sino de principios y de apuesta por un futuro medioambiental que no admite más dilaciones. Una decisión trascendental, por tanto, que se producirá en medio de una conmoción mundial por el alcance de una crisis sanitaria y económica que, sin duda, va a jugar un papel determinante en el resultado de las elecciones de Estados Unidos.

Juan Mari Gastaca, socio y director de RRII y Asuntos Públicos en BeConfluence.