Responsabilidad sobre el deteriorado Mar Menor

Por Natalia Corbalán, directora de la Fundación Ingenio

¿Qué está pasando en el Mar Menor? Es la pregunta más repetida en los últimos años cada vez que se viralizan imágenes del acuífero murciano inmerso en una extensa capa de algas conocida como “sopa verde”. Sin embargo, pocos saben realmente dar una respuesta sólida y científicamente argumentada que explique el porqué de este fenómeno. 

La alarma medioambiental en torno al Mar Menor comenzó a sonar en 2016. Luego, a modo de recapitulación, en octubre de 2019 tuvo lugar el primer gran episodio de anoxia y eutrofización en la laguna salada. Un fatídico acontecimiento medioambiental que se ha repetido en agosto de 2021 y en mayo de 2022. Para los menos entendidos en terminología científica, un suceso de anoxia y eutrofización significa que el agua de la laguna salada contiene demasiados nutrientes inorgánicos y no el suficiente oxígeno como para que los peces puedan habitar con normalidad en ella. Pero, ¿por qué falta oxígeno y sobran tales nutrientes? La respuesta puede quedar resumida en una sola frase: por el exceso de fósforo.

Resulta crucial ir más allá para explicar cuál es el origen de estos fosfatos y cómo logran llegar diariamente en masivas cantidades al Mar Menor. Son varias las investigaciones de reconocidas instituciones cuyas páginas prueban que el nitrato no es el actual responsable de la proliferación de algas en el Mar Menor, pero sí lo es el fósforo. La procedencia original de este elemento son, como está demostrado, los vertidos de aguas residuales de usos urbanos. 

En España, y no solo en Murcia, hay un problema generalizado en torno a la red de saneamiento de las aguas de uso urbano. No solo por los fallos que a menudo presentan las depuradoras, cuya actividad no es perfecta, sino también por su mal estado. Así, estas aguas residuales deficientemente depuradas son vertidas en masivas cantidades sobre las aguas marinas. En otras zonas costeras de nuestro país, las consecuencias de esta acción pasan desapercibidas porque el mar abierto es tan inmenso que no sufre la proliferación de algas en las orillas de sus playas. Pero el Mar Menor sí lo hace, al ser una laguna salada prácticamente cerrada sin grandes oleajes ni corrientes marinas. 

Durante este tiempo de crisis contaminante, se ha señalado al sector agrícola como el responsable principal. Los agricultores del Campo de Cartagena han recibido innumerables críticas por la “mala gestión del agua” y el supuesto desinterés en proteger el ecosistema murciano. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿quién va a querer proteger la tierra murciana más que ellos, si es su sustento de vida? 

En este sentido, lo cierto es que la industria hortofrutícola murciana no podría ser más pionera. La conocida como “huerta de Europa” recibe periódicas visitas de todas partes del mundo para imitar el sistema de regadío por su innovación y uso eficiente del agua. Por ejemplo, los regadíos del Campo de Cartagena tienen un 98% de superficie en irrigación por goteo, un método destinado principalmente al cultivo hortícola que es alabado públicamente por diferentes organismos.

Además, tampoco es fácil la situación general que atraviesa en estos momentos el conjunto de agricultores de la zona. Un mal trago que se debe al actual borrador del Plan Hidrológico del Trasvase Tajo-Segura, ya en su fase final. De ser aprobado, se prevé que un 40% menos de agua deje de ser trasvasado hasta los cultivos del Campo de Cartagena. Esto no solo implicaría una merma en la producción de la despensa europea, sino también la pérdida de miles de puestos de trabajo de la industria hortofrutícola murciana. 

Con todo, la gravedad de la degradación del Mar Menor y la controvertida gestión del agua resultan cada día más evidentes. Los agricultores de la Región de Murcia, bajo el amparo de la Fundación Ingenio, hacen hincapié en que las administraciones públicas, regionales y nacionales, sean capaces de admitir la multifactorialidad de esta crisis. El gran valor que aporta la agricultura murciana a la economía española y a su repercusión internacional debería ser ampliamente reconocido, al igual que la necesidad de garantizar el agua a los regantes y de resolver la persistente degradación del Mar Menor.  Porque la agricultura no es la culpable, sino parte de la Solución.

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