Es la tecnología, imbécil

Por Juan Tomás Hernani, CEO de SATLANTIS. 

En épocas de crisis siempre nos arrepentimos de no tener un PIB industrial mayor, que dé más resiliencia y menos vulnerabilidad a nuestro empleo y riqueza. Reclamamos desde lo público una estrategia industrial relevante, que contribuya a reforzar un tejido de empresas que hacen posible la competitividad internacional de varios sectores, como se consiguió en los 90 con el automóvil. Desde lo privado, relocalizaremos actividades que fueron enviadas a Asia, Europa del Este, entonces con argumentos (sólidos) de coste, que coloreaban las camisas de quienes trabajaban entre azules y blancos, expulsando a los “blue collars” (como decían en Iowa) hacia destinos low cost. Pero hoy, la relocalización se realizará con nuevos criterios de atención a los mercados, sus necesidades y dependencias, por encima de los costes, y no necesariamente retornará a las viejas plazas, como ha sucedido con el automóvil en Alabama o Tennessee.

Retornaremos a la llamada nueva normalidad, y con las urgencias de nuestra economía y presupuestos, nos volveremos a olvidar de lo importante. ¿Cuál será el balance competitivo del siguiente equilibro? ¿Seguiremos perdiendo industrias o hay oportunidades de ganar algunas?

El primer factor para responder a esta pregunta lo encontramos en la intensidad digital. Esta ya ha penetrado en el backoffice, automatizándolo, y el paréntesis del Covid ha servido para aceptar la noción cultural completa sin vértigo a perder el control (visual) de la oficina. También ha afectado a un alto porcentaje de actividades de producción, en las que nos hemos podido sorprender con la cantidad de horas y tareas enfrente del ordenador, todas “deslocalizables”. Además, los sectores en primera línea del fuego digital, como el retail, los medios de comunicación y contenidos, han sido especialmente afectados. Por otro lado, los gigantes tecnológicos, todos USA, han dado un nuevo paso resolviéndonos necesidades imposibles hace pocos años, por costes muy asequibles. Además de productivos, nos han mantenido entretenidos, alimentados y bien surtidos, aunque profundamente dependientes.

El segundo factor es la intensidad tecnológica, en términos más generales. Ciertas industrias con producto propio o proceso complejo han mantenido su actividad incluso en sectores como el aeronáutico, y sostienen su capacidad competitiva internacional. Otras industrias más “commodity, más basadas en cercanía a mercados, de menor valor añadido técnico y de menor sistema complejo de suministro, han sido vulnerables al castillo de naipes. Por no mencionar a subsectores de servicios enteros.

¿Qué podemos hacer por mejorar nuestra sociedad ante próximos envites?

Lo siento, pero no creo en recetas mágicas, creo solo en lo de siempre, con o sin Covid, con o sin normalidad. El trabajo competitivo, ladrillo a ladrillo, en todos los sectores, desde el turismo o el retail a la industria del espacio, con las siguientes premisas:

1.- Especialización en nichos globales.

La forma de competir es la especialización, alcanzando áreas de mercado cada vez más amplias. Hoy día, con el crecimiento de la clase media a nivel mundial y en particular en Asia, nuestro nicho está definido por nuestra capacidad de acceso a un mercado, nosotros somos el factor limitante. Para competir en mercados remotos, necesitamos liderazgo y especialización creciente.

2.- Educación.

La cuenta de resultados de la empresa necesita soportar una Escuela interna, relevante e internacional de jóvenes que bombeen la innovación desde todos los niveles, con un coste al margen del laboral que soporte el desarrollo del talento, que fuerce rotación y actualice la cultura de la empresa, siendo responsables del mencionado viaje internacional. Desde un zapatero a una gran multinacional de servicios industriales. Entretanto, la conexión con la Universidad y la educación secundaria debe ser profundamente revisada.

3.- Tecnología.

Los dos factores que influyen en la pregunta formulada anteriormente se sitúan en la tecnología. Todas las empresas, todas las personas, debemos entender que la tecnología define ya nuestro futuro. Nuestra capacidad de formular estrategias radica en esa capacidad de absorber, adaptar y desarrollar tecnología. Los empleos con bajo know-how tecnológico, las empresas que no sienten la necesidad de “saber” de tecnología en lo referente a su actividad, corren el riesgo de ser sobrepasadas por un competidor digital, por otra empresa más competitiva y de aproximación más rápida y potente. Este factor es de tal calibre que deberíamos empezar a segmentar la actividad económica no tanto por su CNAE, su pertenencia al sector primario, industrial o servicios, sino por la intensidad tecnológica de su actividad integral, comercial, de proceso industrial y de servicio.

Este debería ser el test PCR que midiese los anticuerpos que tenemos ante la próxima pandemia.

Humildemente, es el pequeño secreto que intento implementar todos los días en SATLANTIS.

Si hoy Clinton renaciese y apelase a Bush padre, adaptaría la frase, diciendo…

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