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Vacuna para ilusionar

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Una vez que superemos los efectos filoménicos que han estrangulado durante demasiadas horas la vuelta a la actividad en el nuevo año, la realidad se pone delante de nuestros ojos para ir desgranando la agenda diaria. Llega el momento, por tanto, de seguir combatiendo la angustiosa pandemia de la Covid-19, de escrutar cuál es el avance del proceso de vacunación por el que durante tanto tiempo hemos implorado y, sobre todo, de hacer una evaluación puntual del alcance de nuestros planes de reactivación. Ingente tarea.

No es descartable que con el cansino paso de las semanas y la reverberación de las lacerantes cifras de contagios y víctimas mortales estemos empezando a convivir sin sobresaltos con una sucesión de partes médicos ciertamente escalofriantes y descorazonadores. Hasta pudiera ser que hayamos iniciado un insensible camino hacia la inmunidad de la desgracia ajena, como si la reiteración de estas cifras tan desgarradoras formara parte de nuestro escenario vital del que no nos sabemos ni podemos desquitarnos. Está pasando demasiado tiempo, desde luego, sin que podamos ver con una mínima certidumbre la ansiada luz al final del túnel. Una perniciosa situación que conculca nuestro derecho a una mínima vida digna, que mancilla dolorosamente nuestra capacidad económica y que llena de inseguridad y desasosiego el futuro a corto y medio plazo.

Ocurre que tampoco la mediática llegada de la vacuna contra este maldito virus ha generado un brote de ilusión en la ciudadanía y, por ende, en la apuesta por una rehabilitación de nuestra economía. Por supuesto que ha comenzado el período de vacunación, pero su ritmo de toma en la inmensa mayoría de nuestras Comunidades Autonómicas está ofreciendo unos ratios tan ínfimos que solo contribuyen a alentar el escepticismo de algunos y el pesimismo de otros. Más allá de la comprensible prevención sanitaria al dosificar las unidades de vacunas recibidas resultan poco ilusionante las cifras absolutas en cuanto a los primeros beneficiarios

Hay que recordarlo cuanto antes: necesitamos de la vacuna y sobran las razones que lo justifican. Es comprensible por obvio que hemos ligado indisolublemente nuestra fortaleza inmunológica y nuestra aspiración socioeconómica a la administración de estos beneficios que nos ha aporta la investigación científica y la industria farmacéutica. Hemos depositado en el proceso de vacunación, más allá de quién sea su suministrador, nuestras expectativas y fundadas esperanzas para remontar el vuelo, aligerar las camas hospitalarias y recuperar buena parte del terreno laboral que seguimos perdiendo sin fecha de caducidad.

Por todo ello, es lógico que se urja a agilizar al máximo la toma de la vacuna entre la población española más allá del debate sobre su escepticismo. La confianza de nuestra sociedad y la imprescindible recuperación de la capacidad productiva urgen a acelerar al máximo posible la administración de esta inyección en los porcentajes más amplios de la ciudadanía. La salud lo necesita y la economía, por supuesto que también.

No ha sido el comienzo de año que hubiéramos deseado y por el que seguimos apostando para que nos haga olvidar las angustias del anterior. Se sigue asistiendo a una cascada incesante de malas cifras en cuanto a contagios y muertes por el virus, que en muchos casos configuran situaciones que desbordan la capacidad de reacción de las autoridades políticas y sanitarias. Así es imposible empezar a reestructurar una economía que está acusando durante demasiado tiempo los efectos devastadores de una crisis inimaginable y globalizada. Cuando en paralelo empiezan a florecer las apuestas públicas y privadas con proyectos susceptibles de acogerse a los fondos europeos resulta poco alentador que en el ánimo colectivo siga pesando un cierto desánimo por la fotografía de situación de nuestro entorno social. Es por ello que una proyección positiva de los primeros efectos de la vacunación y del ensanchamiento de sus beneficiados supondría ese revulsivo que nuestra economía productiva requiere y que no puede demorarse por más tiempo.

Juan Mari Gastaca, socio y director de RRII y Asuntos Públicos en BeConfluence.

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