No acompañan los astros en la intrincada salida de la pandemia. Fatídicamente ha venido a coincidir en el calendario el brote de esperanza que supone la validación oficial de las primeras vacunas en el ámbito de la Unión Europea con la detección de otra malévola cepa en el Reino Unido, que contagia la preocupación a su alrededor.
En un entorno navideño, donde la inquietud por el despegue de afectados por la denominada segunda oleada de la Covid-19 convive a duras penas con el ansia social de una convivencia, la economía y su ansiado proceso de recuperación vuelven a ser volteados. La confianza se contrae, siquiera unas semanas más y desgraciadamente hay razones objetivas para ello.
Los mercados bursátiles han acusado el golpe de inestabilidad que supone el hallazgo de esa cepa contagiosa en el Reino Unido. El cierre de fronteras aéreas vuelve a sembrar de dudas la apuesta por una progresiva recuperación económica, que se hace cada vez más perentoria. Finalmente, hasta España se ha unido a este bloqueo obligado que asesta otro duro golpe al sector aeronáutico y maltrata las esperanzas de decenas de miles de personas ávidas de recuperar los lazos familiares en estas fechas finales de un aciago año.
El feliz hallazgo de una vacuna contra la pandemia que atenaza al mundo sigue siendo una noticia de largo alcance. La ciencia ha demostrado una evolución ciertamente inesperada cuando comenzaron a registrarse las primeras víctimas de este maldito virus. La rapidez alcanzada por importantes laboratorios para ofrecer a la humanidad un principio de solución a esta plaga contagiosa no debería verse relegada ni siquiera en unos momentos, como los actuales, donde se reabre la obsesión de un posible paso atrás en este combate por la vida.
La vacuna que va a empezar a ser tomada por miles de personas, conforme a la disposiciones sanitarias y políticas de cada país, debe constituir un punto de partida inexcusable para la rehabilitación económica mediante la tranquilidad social y la mejora sanitaria. Esta aportación científica goza del reconocimiento oficial necesario y de ahí que infunda la confianza a la población por encima de voces negacionistas o escépticas que cuestionan su eficacia por inconfesables razones, muchas de ellas poco éticas y razonables.
Por encima de la nueva adversa situación creada, casualmente bajo los ecos de la incómoda ruptura de mercados del Brexit, es imprescindible disponer de esta vacuna para otear con mayor optimismo el horizonte. Hay que acometer sin dilación, aunque con la lógica moderación que exige la evolución sanitaria, una progresiva vuelta a la actividad industrial, social, cultural, económica en definitiva. Es el momento de empezar a tejer certidumbres bajo un escenario demasiado tétrico y plagado de sombras a corto plazo. En España, vamos a tener dosis de vacunas para acometer con mayor tranquilidad los primeros meses del nuevo año. De los primeros resultados que vaya proporcionando la evolución de la pandemia debería configurarse un clima de paulatino optimismo, porque también es necesario disponer de este tipo de entorno psicológica y socialmente más esperanzador.
Supondrá una vacuna económica, largamente deseada por inaplazable. Tampoco hay que descartar que en el arranque de 2021 vayan a registrarse unas cifras poco alentadoras sobre la evolución de los contagios, incluso de las cifras de víctimas mortales. Pero esta adversidad no debería atenazar el cuadro de apuesta macroeconómica que para España significarán los ansiados fondos europeos. Constituye el banderín de enganche para encarar esa rehabilitación que permita conectar con la nueva realidad tecnológica, de sostenibilidad y de digitalización. Nunca como ahora urge apostar por una decidida acción concertada entre la política sanitaria y la económica bajo la condición de auténtica razón de Estado. Del acierto que se consiga dependerá nuestro futuro.
Juan Mari Gastaca, socio y director de RRII y Asuntos Públicos en BeConfluence.