De profesión, periodista

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Históricos, cinematográficos, políticos…, no son pocos los hitos que atañen al periodismo. Desde el caso Watergate que dio un vuelco a la presidencia estadounidense allá por 1972, hasta el filme ‘Primera Plana’ donde Wilder mostraba con humor los gajes del oficio. También son varios los galardones que anualmente se conceden a los dedicados en cuerpo y alma al ejercicio periodístico, como el Premio Salvador de Madariaga, los Premios Internacionales Rey de España de Periodismo en colaboración con la Agencia EFE y, por supuesto, el mundialmente reputado Premio Pulitzer

Sin embargo, muchos dicen de este oficio que es uno en plena decadencia. Según la Encuesta de Inserción Laboral que elabora el INE, de todos los graduados en Periodismo en 2019 solamente un 40 % de ellos volvería a estudiar la misma carrera. Llegados a este punto, quizá el quid de la cuestión esté entonces en quién debe, y quién no, ser periodista. 

Decía Ryszard Kapuściński que “los cínicos no sirven para este oficio”. Esta fue una célebre expresión que el escritor y periodista polaco pronunció durante una conferencia en Italia y que acabó dando nombre a uno de sus más afamados ensayos, cuyas páginas versan sobre lo que él considera ‘el buen periodismo’. En esa misma conferencia, que tuvo lugar en 1999 y que llevaba por título De raza y de clase. El periodismo entre deseo de elitismo, implicación e indiferencia, Kapuściński afirmaba que para desempeñar la ocupación periodística existen dos conditio sine qua non, que corresponden a la actualización y al estudio constantes por parte del periodista. 

Tomando en consideración estas dos condiciones fundamentales y remontándonos a los resultados del INE antes citados, queda claro que hoy un gran porcentaje de los recién egresados de la Facultad de Periodismo no se congratulan con pertenecer al gremio, pues la encuesta nacional no solo determina que estos jóvenes no volverían a estudiar la carrera sino que además se arrepienten de encontrarse inmersos en esta área laboral. En resumidas cuentas, no parecen estar ni satisfechos ni dispuestos a hacer de las condiciones dictadas por Kapuściński una forma de vida. 

De otro lado, quienes llevan un tiempo trabajando en la redacción saben bien que el sector no atraviesa su mejor momento. En primer lugar, porque el traslado de la noticia del papel a la pantalla ha afectado en gran medida a la tradicional forma de trabajar, protagonizada ahora por la necesidad de mantener el flujo de usuarios en la web del medio. En ocasiones, esta digitalización ha penetrado en lo más hondo de las redacciones de prensa afectando a la rigurosidad de la noticia, fenómeno conocido por muchos como clickbait o tiranía del click (Marín, 2019). 

En segunda instancia, porque a pesar de estar inmersos en pleno siglo XXI y de contar con un Día Mundial de la Libertad de Prensa (3 de mayo), esta no parece estar plenamente asegurada. Ni siquiera en toda Europa, cuna de la democracia y modernización, la libertad de información puede darse por sentada. Véase el reciente caso de los corresponsales en Rusia amenazados con pena de cárcel por el mero hecho de pronunciar el término “guerra” durante su cobertura informativa. 

En este sentido, han nacido instituciones que velan por la defensa de ese ‘buen periodismo’ del que hablaba en su día Kapuściński. Entre otras muchas, cabe señalar la Federación Europea de Periodistas (EFJ, por sus siglas en inglés) que representa y promueve los derechos de los periodistas en los 45 países del continente, en tanto en cuanto considera que este gremio desempeña un papel esencial para el pluralismo en sociedad. 

Al mismo tiempo, cada día tienen lugar eventos y coloquios sobre periodismo e información pública en muy distintos ámbitos alrededor del mundo. En este tipo de conferencias, habitualmente académicas, se abordan las principales preocupaciones y retos a los que se enfrenta el periodismo contemporáneo, entre los cuales siempre se destaca la oleada de fake news actual y la necesidad de fomentar la alfabetización mediática entre la ciudadanía. A modo de ejemplo, durante la conferencia académica titulada Science, Journalism and Democracy: grappling with a new reality se subrayó la importancia de mecanismos legales que faciliten a los periodistas el acceso a la información, como lo hace la ley estadounidense Freedom of Information Act (Rockefeller University, 2017). 

Lo que está claro es que, a pesar de las dificultades, se trata de una profesión cuyo objetivo último es trazar las líneas gruesas de la Historia. Aquellos acontecimientos que no se hacen públicos ante la sociedad nunca llegan a estudiarse en los libros. Quizá llegar a casa y decir: “Mamá, Papá, quiero ser periodista”, no sea hoy en día sinónimo de grandes sueldos ni despachos tranquilos, pero sí de un ajetreado oficio que, para bien o para mal, se ejerce siempre por vocación pública. 

Por Sandra Arévalo, consultora junior en BeConfluence

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