Quizá no haya existido un contexto de mayor dramatismo y oportunidad que la desgarradora pandemia de la Covid-19 para actualizar con todo su vigor aquella máxima de Bill Gates de que “el ordenador nació para resolver problemas que antes no existían”. Cuando nos encontramos ante una crisis que carece de un manual para su superación progresiva, cuando intentamos buscar afanosa y desesperadamente soluciones a una contingencia de efectos devastadores, afortunadamente tenemos a nuestra disposición el solvente recurso de la tecnología. Aquel ordenador al que aludía el cofundador de Microsoft lo debemos entender en estos momentos de incertidumbre y ansiedad como una acertada metáfora simbólica sobre los recursos científicos de que disponemos para propiciar esa tabla de progresiva recuperación de nuestra economía, de nuestra confianza y de nuestra solidaridad y conciencia social. En definitiva, ver a la tecnología como una herramienta de salvación ante una crisis.
Más allá de ser una realidad constatable, más allá de asumir su convivencia insustituible en las relaciones económicas y sociales, ha tenido que sobrevenir una crisis tan destructiva para que nos detengamos en coincidir la trascendencia, valor y garantía de presente y futuro que entraña la inabarcable dimensión tecnológica. Una relevancia que se ha puesto de manifiesto sobremanera en los ámbitos sanitarios y científicos, urgidos en aportar una respuesta inmediata y digna con una solvente eficacia para encarar el dramático alcance de esta tragedia del coronavirus.
La constatable dotación tecnológica de nuestro sistema sanitario español ha permitido contrarrestar un tsunami vírico jamás conocido ni imaginado. Ha constituido toda una garantía y así lo seguirá haciendo mientras se sigan registrando los duros golpes de esta cruenta infección a la que se debe responder con la máxima resilencia posible. Hospitales, centros asistenciales, laboratorios disponen de los últimos avances tecnológicos para una mejor y más rápida respuesta a las necesidades que se plantean y avanzar, incluso, en la gestación de novedosas soluciones para hacernos una vida más saludable.
Esta indiscutible aportación de la tecnología no tiene límites en cuanto a sus innumerables campos de actuación. Es precisamente esa vasta extensión de su capacidad de influencia sobre la que debemos priorizar su protagonismo en la configuración de nuevas oportunidades que vengan a regenerar la ilusión y reconstruir el maltrecho escenario económico que nos dejarán esta honda catástrofe. Nunca debemos olvidar que las tecnologías de gran valor siempre han surgido relacionadas con las grandes necesidades que se han planteado en la sociedad. No es arriesgado asegurar, por ello, que es imposible referirnos a un solo ámbito productivo donde la tecnología carezca de un sello reconocible. Resulta fácil concluir que todas las industrias en los sectores más diversos que imaginemos se han visto beneficiadas por las innovaciones técnicas surgidas.
Así las cosas, debemos situar a las empresas tecnológicas en el eje de las muy diversas soluciones que va a requerir la rehabilitación del deteriorado sistema productivo español. Hay bagaje suficiente para ir ganando la batalla. Como ha quedado demostrado se dispone de conocimiento, experiencia y concienciación suficientes para que la tecnología juegue un factor de impulso y salvación en el crecimiento que la economía de nuestro país necesitará en los próximos largos meses que asoman de crisis e incertidumbre. Nuestras firmas de reconocimiento internacional constituyen esa garantía. Es fácil concluir que la tecnología es esencial para el éxito empresarial como ha ido quedando de manifiesto hasta ahora y en ese envite tiene que contar con el arrope imprescindible de una apuesta financiera pública y privada.
Pero sería injusto olvidarse de un factor que viene aflorando en estos días de confinamiento y de la consiguiente alarma nacional. Se trata del teletrabajo, que también es una consecuencia directa y práctica de la tecnología y que hasta ahora parecía asomar con controlada timidez. Ha venido para quedarse y esta nueva realidad empresarial nos incitará a la búsqueda de su acomodo en las relaciones laborales y, porqué no, en las humanas. Vamos a trabajar fuera de la oficina, a distancia de nuestros compañeros y jefes, pero con el mismo compromiso y utilizando una serie de recursos que fomentarán la comunicación dentro de una evidente flexibilidad.
Una vez más se pondrá de manifiesto que la tecnología, como herramienta de salvación ante una crisis, nos ayuda a hacer más fácil los cometidos que nos surgen. Ese grado de conocimiento que nos aporta mediante la utilización de las herramientas, sistemas y técnicas más dispares y solventes contribuirá a idear productos y soluciones prácticas para un presente inmediato incierto, sin duda, pero presagio de un futuro prometedor.
Juan Mari Gastaca, socio y director de Política y Asuntos Públicos en BeConfluence.