La sucesión de análisis sectoriales, un ejercicio periodístico propio al abrigo de una campaña electoral, se fija ahora en Cataluña con la vista puesta en las urnas del 14-F. En esta prospección variopinta, donde se escrutan realidades sociales, culturales, económicas y políticas de la pasada legislatura, tiene un espacio propio la mirada introspectiva sobre Barcelona, indudable epicentro cosmopolita.
Y en esa radiografía, la capital catalana enseña sus poderes, sus atractivos pero, también, se puede advertir de un ritmo de progresión menos rápido de lo que se pudo prever en cualquier pronóstico realizado hace, por ejemplo, una o dos décadas. La Ciudad Condal parece haber sufrido los embates propios de la acción política y, en especial, de una desafortunada pelea comparativa con la palmaria proyección conseguida por Madrid. Como si hubiera un interés, que a veces se antoja desmedido, por procurar su enfrentamiento, por facilitar el despegue de una en detrimento de la otra, procurar mi fortaleza en tu debilidad. Nunca la resta, suma y mucho menos en este caso. De ahí que sea imprescindible recuperar el espíritu del puente aéreo, de la interrelación, para beneficio de ambas capitales, auténticos estandartes de la imagen internacional de nuestro país.
Ha bastado en los últimos días seguir con atención las permanentes apelaciones al diálogo y a la búsqueda de soluciones por parte de acreditadas voces del sector económico y financiero catalán para convenir que la actual situación obliga a una inmediata revisión y a un proyecto de recuperación de Barcelona. Como si hubiera perdido parte de un pie en su avance. Un propósito común de mejora, por encima de todo tipo de ideologías, que en ningún caso pasa por la comparación con Madrid, sino por idear una complementariedad que, de verdad, tiene toda su razón de existir.
La progresión alcanzada por la capital de España en los últimos años supone una realidad fehaciente. Un territorio en permanente expansión que ha sabido aprovechar de las condiciones en las que se desenvuelve y, en consonancia, marcar un rumbo de indudable mejoría productiva y económica, ahora estrangulada puntualmente por los efectos de la pandemia. Barcelona, por su parte, también dispone de los mimbres suficientes para conseguir esta dinamización, como ya lo ha demostrado a lo largo de su contemporaneidad. Por eso está en condiciones de recuperar el paso perdido o, probablemente, entretenido en otras cuestiones que no son las de su mejoría socioeconómica.
La capital catalana dispone de numerosos escaparates al mundo que la observa y que siempre se fijó en sus atractivos. Es por ello que debe volver a mostrarlos con la fundada intención de recuperar aquellas cotas de las que llegó a disponer. Bien es cierto que las penosas circunstancias de la actual catástrofe sanitaria y económica no permiten albergar expectativas a corto plazo. Pero la situación tornará en los próximos trimestres a la progresiva normalidad y a una paulatina rehabilitación económica. Barcelona, y Cataluña en definitiva, no podrán dejar escapar las oportunidades de las que a buen seguro van a disponer para articular esa mejoría que se les antoja tan necesaria. Y ahí no deberían contemplar a Madrid como un enemigo a batir, sino como ese mercado con el que voy a complementarme buscando interacciones de mutua satisfacción.
Es fácilmente comprensible que la hojarasca del hostil enfrentamiento político, en un contexto social de profunda división, tampoco aporte los arrestos suficientes para emprender un proceso de imprescindible recuperación en busca del terreno perdido. Y es aquí donde desde Madrid también debería facilitarse un entorno, siquiera en el ámbito productivo y económico, mucho más favorable para un entendimiento y colaboración que, a fecha de hoy, se antoja una quimera. Pero no hay otro cambio para la mejoría compartida que compartir el espíritu del puente aéreo.
Juan Mari Gastaca, socio y director de RRII y Asuntos Públicos en BeConfluence.
