La creatividad y trabajo colaborativo forman parte de la esencia del trabajo en una agencia de comunicación, más aún cuando la transformación digital y la irrupción de la Inteligencia Artificial han volteado formas de pensar y de trabajar. En este entorno de procedimientos para estrechar el lazo de la relación con el cliente, el Design Thinking puede ayudar a atravesar la jungla cotidiana de conceptos, a atinar con nuevas ideas o, al menos, la forma de presentarlas.
Más allá de la imagen de un tablero repleto de ‘post it’, esta metodología, anclada más oficialmente en la década de los 80 en Stanford y en Palo Alto, California, por la compañía IDEO, contribuye a conceptualizar, a representar ideas (que de eso se trata) que resistan al hándicap de ‘esto ya lo he visto’, ‘esto ya me lo habéis presentado’, etc.). Por ello, profesionales como Rocío García Ramos, CEO & Innovation Manager y cofundadora de la consultora especializada Dinngo, no paran de comunicar en canales como LinkedIn iniciativas en línea con la esencia de esta opción: «Este método mejora el trabajo en equipo, el intraemprendimiento, la solución creativa de problemas, la productividad… con ella, se coordina el trabajo de la parte derecha del cerebro, la creativa, con la izquierda, la analítica».
Creatividad y sistematización nos pueden ayudar, por lo tanto, a explorar nuevas formas de imaginar acciones, campañas, sean de comunicación externa o interna.
Una metodología ‘agile’ que recurre a todo tipo de prototipos y herramientas, como las propias de las niponas ‘Kaizen’ (método de mejora continua) o el sistema Kanban (letrero o tarjeta en japonés), o los objetivos SMART (Specific, Measurable, Achievable, Realistic, Time-bound). Metodología que ya merece la atención del Máster Propio en Design Thinking y Transformación en Comunicación de la Universidad Complutense, en colaboración con OmnicomPublicRelationsGroup, con foco en “habilidades técnicas y transformacionales (visión estratégica, pensamiento creativo, ideación de contenidos relevantes, gestión de proyectos, etc.), y las denominadas soft skills (trabajo en equipo, pensamiento crítico, empatía, etc.)”.
Más allá de las aulas, ya sobre el terreno y en el día a día, siempre hay tiempo y espacio para practicarlo, para afrontar los desafíos de la actividad de la comunicación, en la que dejar fluir las aportaciones de todo el equipo en el ámbito de la prueba-error (el tópico término ‘multidisciplinar’ encaja como un guante en esta opción de trabajo). Una ruta de avance con permiso para retroceder, compuesta por las etapas de la empatía, la definición, la ideación, los prototipos y la medición, en un ámbito de lluvia de ideas y de ‘brainstorming’ (con la opción del ‘brainstorming inverso’, no centrado en generar ideas, sino en identificar posibles problemas). Un escenario de escenarios en la que la terminología (Scrum, OkR, Scamper, etc.) no debe despistar de la verdadera esencia del Design Thinking: el sentido común y la evidencia de que juntos se llega más lejos… o con menos contratiempos.