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Reimaginando la industria

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Por Guillermo Ulacia Arnaiz, presidente de FEMETAL. 

Desde el comienzo del siglo XXI la necesidad de impulsar una “nueva política industrial” está en el imaginario social y político de Europa y España. Las imágenes de cientos de trabajos asociados a las actividades productivas industriales transmiten la idea de que su recuperación es esencial para asegurar un ritmo de progreso económico satisfactorio. Quizás por eso se plantean medidas desde los agentes sociales para que se valore socialmente la importancia de disponer de un potente sector industrial y se forje un pacto de estado por la industria a largo plazo.

La dificultad de esta retórica reside en el cuadro mental que la soporta: un modelo obsoleto de crecimiento y fabricación. La denominada cuarta revolución industrial, debe ser la columna vertebral de la estrategia industrial de un país moderno, cohesionado y en el que se cierren las brechas crecientes de la desigualdad. No deberíamos seguir con modelos lineales de desarrollo industrial en España cuando los avances tecnológicos son exponenciales.

La industria española, y muy especialmente la intensiva en energía, se encuentra hoy en una encrucijada, en un momento de intenso cambio, en el que la toma de las decisiones correctas será crucial para su futuro en nuestro país. Escenarios de precios crecientes en las materias primas; precios sobre los derechos de emisión en unos niveles muy altos y que no se vislumbra un retorno a precios del pasado reciente; mercado eléctrico en máximos históricos, en medio de un escenario de recuperación de la pandemia todavía en curso; costes crecientes de fletes;  competencia internacional cada vez más intensa; legislación compleja, de crecientes requisitos tanto en el ámbito europeo como nacional, y regionalmente fragmentada. Todo ellos son factores que lastran la competitividad de nuestra industria, dificultando mucho la toma de decisiones fundamentales para la viabilidad futura de las fábricas.

No se discute la necesidad de descarbonizar la economía en el horizonte 2050. La industria está comprometida con la consecución del objetivo. Creemos en una transición ecológica en la que, de forma efectiva, no quede nadie atrás. Sin embargo, España no puede permitirse perder sectores enteros, no puede acumular “sectores perdedores”. Sacrificar rentas reales, firmes y presentes por una promesa de futuras y potenciales rentas sería irresponsable e ilógico, además de no ofrecer ganancia alguna a nuestro planeta si los cierres aquí se traducen en aperturas en países con menores niveles de compromiso ambiental.

Nuestras empresas precisan de un marco normativo que facilite realizar inversiones en nuestro país, ofreciendo a los centros de decisión de nuestras industrias las necesarias garantías y previsibilidades. Máxime en un momento como el actual, con una, cada vez más intensa,  competencia mundial por captar las inversiones que construirán la base productiva del mañana. Un marco normativo estratégico para nuestro país, que no puede conformarse de retales, ni construirse por urgencias ni titulares de prensa, por norma a veces improvisadas,  que modifican normas sucesivamente sin dirección estratégica clara.

Las políticas industriales deben estar coordinadas y alineadas con las políticas económicas, financieras y educativas, orientando todas ellas, a mejorar la competitividad industrial, proporcionando condiciones marco más amigables para la creación de empresas y apoyando las capacidades innovadoras de las empresas.  Además, es necesario fortalecer las políticas de Investigación e innovación para superar las barreras que nos impiden pasar rápidamente desde la I+D a modelos de comercialización a gran escala.

Debemos reconocer que las “políticas públicas” condicionan sustancialmente el futuro industrial al dar más prioridad a unas regulaciones sobre otras, definir las líneas de investigación básica que desean financiar o determinar los sistemas de educación y formación vitales para el empleo. Por eso, dotémonos de los instrumentos necesarios para que, siempre respetuosos con la normativa europea, nuestros sectores industriales sigan siendo, como hasta ahora, sectores de futuro.

Tenemos en la mano la oportunidad de que la anunciada Ley de Industria, junto con la Estrategia industrial en curso, haga de España, de nuevo, un país atractivo para la inversión industrial del presente y del futuro. Pero, para ello, necesitamos el apoyo de todos, de políticos, de Administraciones, de sociedad civil…para lograr que todas las normas que afectan a la industria, lo hagan pensando en su sostenibilidad ambiental, social y económica, como parte de la economía española. Ayudemos a las generaciones futuras a estar orgullosos también de su presente, y no solamente de tiempos pasados.

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