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¿Y si Trump es solo un síntoma de lo que nos pasa?

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La decisión de Twitter y Facebook, seguida también por otras redes sociales, de suspender las cuentas de Donald Trump, ha reabierto un debate muy interesante sobre la libertad de expresión como eje fundamental de la democracia y el enorme poder de las redes sociales.

La canciller alemana, Ángel Merkel, poco sospechosa de simpatizar con la manera de actuar del ya casi expresidente de Estados Unidos, fue una de las primeras en mostrar su preocupación, por una medida que afecta al derecho fundamental de libertad de expresión, a la que después han seguido otras manifestaciones en el mismo sentido.

Es cierto que Trump ha hecho de las redes sociales un altavoz de su discurso de odio y violencia y no ha tenido ningún escrúpulo en alterar los hechos según su conveniencia. Pero no es menos cierto también, que con este comportamiento tan poco ortodoxo ha conseguido más de 72 millones de votos.

Es difícil pensar que todos estos millones de votantes hayan sido simplemente engañados por las mentiras de Trump. Y es difícil de creer también, que sus seguidores no dispongan de otros canales de comunicación más objetivos, en un país que ha sido desde su fundación un firme defensor de la libertad de expresión.

Uno de los argumentos que suele escucharse en relación con la creciente polarización de la sociedad en diferentes países y no solo en Estados Unidos, es el poder de las redes sociales para crear una especie de “burbujas” de pensamiento único, por el uso de algoritmos que preseleccionan los contenidos en función de los gustos de cada usuario. Se tiende a olvidar así, que en la vieja teoría de la comunicación existían al menos cuatro elementos básicos: el emisor, el mensaje, el canal y el receptor. Si en un país como Estados Unidos, donde existen miles de canales de comunicación diferentes, hay millones de “receptores” dispuestos a apoyar con sus votos el discurso de odio y violencia de Trump, es posible que el mal sea más profundo y que no sea suficiente con tratar de regular el funcionamiento de las redes sociales.

El nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, tiene por delante una difícil tarea, pero también los dirigentes del resto de países democráticos del mundo. Es necesario que convenzan de nuevo a los ciudadanos de las ventajas de vivir en democracia, educándoles en los valores que ésta representa, pero sobre todo actuando con responsabilidad y transparencia y aportando soluciones a sus problemas reales.

Por Pedro Martínez, socio de BeConfluence.

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